Solidaridad con Dignidad: No se olviden de Haití

La solidaridad es la muestra de fraternidad, amor y compasión de la  somos compromisarios, ante el necesitado, el más débil y sufrido. Pero esa solidaridad debe ofrecerse con dignidad, amor y respeto al que la necesita.

Haití como pueblo empobrecido por quienes han sido los amos y señores durante más de 500 años de historia de opresión, violencia y expropiación de las riquezas de la primera nación americana en ofrecer al mundo el ejemplo de romper las cadenas de la esclavitud de los negros contra la potencia esclavista de Francia y su emperador Napoleón Bonaparte, necesita del mundo una verdadera solidaridad, que esté cargada de amor, entrega y compasión.

Ese amor y entrega hacia Haití,  fue lo que experimentamos durante 13 días que estuvimos  en distintas comunidades vascas socializando la actual realidad haitiana, agrada con el terremoto del pasado 12 de enero de 2010, el brote de cólera y la perspectiva del pueblo haitiano en sus aspiraciones de construir su propio destino. La práctica amorosa del pueblo vasco con Haití no tiene ejemplo. Ha ofrecido ayuda humanitaria a través de las Hermanas Mercedarias que tienen una casa allí para levantar una serie de obras sociales en Jacmel que estamos seguros contribuirán a mejorar la educación y la insalubridad, agravadas después del terremoto y más recientemente con el brote de cólera y el paso del huracán Tomás.

El terremoto del 12 de enero dejó al descubierto una realidad de exclusión social total que padece el pueblo haitiano. En 35 segundos más de 300 mil personas perdieron la vida, según estadísticas oficiales ofrecidas por el Presidente haitiano Rene Garcia Preval.

Otras fuentes estiman en más de 400 los fallecidos por el sismo y unas 250 mil heridas y cerca de un 5 por ciento de la población afectada quedó con alguna parálisis en su cuerpo.

Un millón 300 mil seres humanos que perdieron sus viviendas viven en improvisados campos de desplazados, sin ninguna perspectivas de que a corto y mediano plazo, puedan ser reubicadas en una casa con un mínimo de seguridad y dignidad.

A todo ello, se agrega, el brote de cólera que ha matado aproximadamente 600 personas y unas 8 mil se encuentran “hospitalizadas”, en centros asistenciales improvisados, porque la mayoría de los centros asistenciales haitianos colapsaron. El drama que se le agrega al pueblo haitiano ahora con la aparición de la enfermedad ha profundizado el dolor de este pueblo y su gente que nos llama a que no nos olvidemos de Haití.

El huracán Tomás que impactó la parte sur de la Española que comparten Haití y la República Dominicana, ha puesto en aprietos a las personas que están viviendo debajo de las tiendas de campañas, muchas de las cuales resultaron destruidas por los vientos  huracanados del fenómeno meteorológico y han agregado entre 30 y 40 mil nuevas personas que han comenzado a vivir en las hacinadas tiendas de campañas.

La solidaridad como principio cristiano, como principio humano

Los problemas socio-económicos y a mayor escala, los estructurales del pueblo haitiano,  sólo pueden ser resueltos con la ayuda de todas las formas de solidaridad: solidaridad de los pobres entre sí, de los ricos y los pobres, de los trabajadores entre sí, de los empresarios y los empleados, solidaridad entre las naciones y entre los pueblos, teniendo como protagonistas a los distintos actores de la sociedad haitiana. La solidaridad internacional es una exigencia del orden moral. En buena medida, la paz del mundo depende de ella.

La profundización de la crisis haitiana a causa de los fenómenos naturales que han colisionado en Haití, durante el año 2010, pudieron evitarse en gran parte si este pueblo no se hubiese dejado  abandonado luego del saqueo a que fue sometido por las grandes potencias internacionales, especialmente Francia y Estados Unidos, que han mantenido la tutela política del país, a pesar de que Haití logró independizarse de los franceses el 1 de enero de 1804.

Las dictaduras perced, los gobiernos supuestamente democráticos, el auspicio de la corrupción administrativa y la división política y social del pueblo haitiano, ha sido obra de la componente de la llamada comunidad internacional para mantener al pueblo y al Estado haitiano en las condiciones en el que se encuentra actualmente.

Un Estado débil, carente de una organización legítima, como el actual Estado Haitiano, ha sido una obra hecha como un traje a la medida por los países que han tenido la hegemonía en Haití. Han apostado a la desorganización, infuncionalidad y por orden de consecuencia el abandono del pueblo.

La comunidad internacional en ocasión  del terremoto del 12 de enero que conmocionó a gran parte del mundo se volcó en ofrecimientos de recursos económicos para la llamada refundación/reconstrucción de Haití. Dos conferencias mundiales se hicieron para recaudar los fondos que necesitarían supuestamente los haitianos para levantar nuevamente las infraestructuras devastadas por el sismo de 7.3 grados, pero también para el fortalecimiento y modernización de los sistemas de salud, educación, agricultura, medio ambiente y viviendas.

Más de 5 mil millones de dólares en “donaciones”  se recaudaron en la conferencia de donantes celebrada en Nueva York, Estados Unidos, bajo los auspicios de la Fundación Bill Clinton, Naciones Unidas. Entre los presentes estuvo el ex presidente George Bush entre otros funcionarios de agencias de financiamientos públicas y privadas, todas interesadas en aportar recursos para la reconstrucción de Haití.

A la fecha solo el 18 por ciento de los fondos prometidos por la comunidad internacional ha llegado al gobierno haitiano. Los demás recursos económicos se han quedado en promesa.

Para el pueblo haitiano que cifró sus ilusiones en  volver a ver un país nuevas estructurales hospitalarias, escuelas, centros deportivos, las oficinales gubernamentales funcionando, hoy se siente frustrada y con pocas perspectivas en la solución de la profundización de sus males ancestrales.

Por el momento no se avizora la solución habitacional para un millón 600 mil personas que están viviendo en carpas bajo la inclemencia de las lluvias y el intenso sol haitiano.

Las agencias internacionales de salubridad como la Organización Panamericana de la Salud y Mundial de la Salud están proyectando que los muertos por el brote de cólera en el empobrecido pueblo haitiano podría llegar a la astronómica suma de 270 mil y los infectados entre 300 y 400 mil, sino si evita la propagación de la enfermedad que en tres semanas ha matado 800 o más  personas.

Lo que se temía que el cólera llegara a la capital haitiana (Puerto Príncipe) no se pudo evitar. El brote oficialmente ya se encuentra en por lo menos en 5 de los más grandes sectores capitalinos donde el hacinamiento, la insalubridad y falta de higiene es una preocupación de las autoridades nacionales. Entre barrios más poblados donde ya se reportan decenas de muertos están Cite Soleil (Ciudad del Sol), Petion Ville, Delmas y Tabar.

El cólera está llegando a las zonas explosivas de los cientos de campamentos en su mayoría distribuidos en la capital haitiana, donde mal viven un millón 600 mil personas que están amenazadas por la enfermedad.  Los resultados finales del brote de cólera en el pueblo haitiano podrían ser peores que el evento del 12 de enero.

La solidaridad es una exigencia directa de la fraternidad humana y cristiana. Es por ello que tuvimos explicando durante las charlas, encuentros y entrevistas que tuvimos en las distintas comunidades cristianas vascas “No podemos olvidarnos de Haití”. Los y las haitianas no están en condiciones por sí solos de enfrentar la gravedad de sus problemas. Pero también, las soluciones no pueden ser impuestas por agentes foráneos y mercantilistas.

El pueblo haitiano necesita de una verdadera solidaridad. De Una solidaridad con dignidad, como expresa mi colega Lisane Andre en una de sus intervenciones durante la estadía que tuvimos en el solidario pueblo vasco y sus comunidades cristianas.

Haití y su pueblo necesitan del apoyo de países amigos que por años han estado colaborando para mejorar el estado de salud de los y las haitianas como la solidaridad y la cooperación cubana. Ayuda solidaria y amorosa como las que ofrecen Las Hermanas Mercedarias que apuestan al mejoramiento de la educación y la salud en la ciudad de Jacmel, donde con aportes de personas e instituciones solidarias vascas, se levantan una escuela y un dispensario médico.

“El principio de la solidaridad implica que los hombres de nuestro tiempo cultiven aún más la conciencia de la deuda que tienen con la sociedad en la cual están insertos”, como señala la Doctrina Social de la Iglesia y que se afianza con  “…los que creen en Dios han de destacarse en el bien que puedan hacer. Ahí está lo bueno y lo que realmente aprovecha a la sociedad”, expresa el pensador cristiano Ángel Alvarado. Estas reflexiones llenas, de  riqueza, amor profundo y desprendimiento hacia los demás  han de ser ejemplo para inculturizarse aquellos que han jugado con la esperanza y la dignidad  de un pueblo que como el haitiano sabrá levantarse de la nana y que como aquel hombre que murió crucificado en la cruz resucitará entre los más débiles para construir el reino que soñó y sueña  el Hijo del Hombre. Donde la plenitud humana y el amor prevalezcan sobre la injusticia y que el Evangelio nos lo identifica como la “filiación divina” como sinónimo de solidaridad y dignidad hacia los demás.

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